Hace 200 años África era un continente desconocido. Gracias a los esfuerzos del Dr. David
Livingstone, África se abrió a la civilización occidental y sobre todo al evangelio.
Livingstone fue el primer hombre en atravesar el continente africano. Viajó casi 50,000 km y sus
exploraciones agregaron más de millón y medio de km2 a la superficie conocida de la tierra.
Descubrió los lagos Ngami, Shirwa, Nyassa, Morero y Bangweolo. Descubrió también el alto
Zambeze y muchos otros ríos, así como las cataratas Victoria. Fue el primer europeo que recorrió
todo el lago Tanganica y exploró las fuentes del río Nilo.
Cuando se enteró de la muerte de Livingstone, la filántropa Florence Nightingale dijo: “Dios se ha
llevado al hombre más grande de esta generación”. Aunque teológicamente el comentario no es
acertado, muestra el profundo aprecio que el mundo occidental sentía por este misionero.
El Dr. David Livingstone nació el 19 de marzo de 1813 en Blantyre, Escocia. A la edad de diez años
ya tabajaba en una fábrica de textiles. Sus padres fueron devotos cristianos que siempre trataron
de inspirarle fervor por el trabajo misionero. Livingstone aceptó a Jesucristo a la edad de 21 años.
De ese momento en adelante decidió convertirse en un médico misionero.
Un día escuchó que el misionero Robert Moffat decía: “Es imperativo seguir la labor misionera en
África. Necesitamos jóvenes dispuestos al sacrificio y deseosos de predicar el evangelio de
Jesucristo. El trabajo en Kuruman no puede continuar sin la ayuda de nuevos misioneros”.
Inspirado por estas palabras, durante el próximo año y medio Livingstone ahorró cuanto pudo para
completar sus estudios. Luego de graduarse de médico se preparó para ir al África. El 8 de
diciembre de 1840 se embarcó con rumbo a Bechuanalandia (hoy Botsuana) y llegó hasta
Kuruman, una colonia fundada por el misionero Moffat.
Permaneció en Kuruman por un año y luego consiguió permiso para ir unos 1,000 km hacia el
interior de África para establecer otro campamento misionero. A pesar de la hostilidad de los bóers
(colonos blancos de origen holandés) Livingstone se estableció en Mabotsa.
En 1845 volvió a Kuruman donde conoció y se casó con Mary Moffat, la hija de Robert Moffat, con
la que tuvo cuatro hijos. A pesar de los peligros de la jungla, los caudalosos ríos y los animales de
la selva, algunas veces viajaba con su familia. Fue el primero en cruzar el desierto de Kalahari en
1849. Entre 1878 y 1879 muchos de los bóers que intentaron cruzar ese desierto murieron de sed.
Después de cruzar el Kalahari descubrió el lago Ngami. En 1851 en compañía de su esposa Mary y
sus cuatro hijos descrubrió el río Zambeze.
Entre noviembre de 1853 y mayo de 1856 completó uno de los viajes más asombrosos que haya
realizado un ser humano. Atravesó África de costa a costa. Más de seis mil kilómetros de territorio
inexplorado, sin medios de transporte, sin caminos, telégrafos o ninguna otra forma de
comunicación con el mundo exterior. En 1855 descubrió y le puso nombre a las cataratas Victoria,
hoy parte de la frontera entre Zimbabue y Zambia.
En 1857 escribió el libro “Misiones e investigaciones en el sur de África” que lo hizo famoso. En
1858 descubrió el lago Nyasa (hoy lago Malawi). En 1859 descubrió el lago Chilwa. Durante sus
expediciones, Livingston tomó conciencia de los padecimientos de los indígenas africanos a causa
del repudiable e inmisericorde tráfico de esclavos ejercido por los árabes y los portugueses.
En 1862 haría el último viaje junto a Mary su esposa quien murió de fiebre ese mismo año. Poco
después del entierro de Mary, Livingston dijo: “Lloré a Mary porque merece todas mis lágrimas. La
amaba cuando me casé con ella y por siempre la amaré”.
En 1865 escribió el libro “Relato de una expedición al Zambeze y sus afluentes”. Este libro era una
rotunda condena al comercio de esclavos.
Livingstone escribió: “Soy misionero en alma y corazón. Dios tuvo un hijo y su Hijo era misionero y
médico. Me he dado cuenta que solamente soy una pobre imitación de Jesús, pero quiero vivir y
morir sirviendole a Él”.
Su último esfuerzo misionero lo llevó al norte de África, hasta donde ningún misionero había
llegado. Durante sus expediciones muchas veces lo azotaron fiebres y diversas enfermedades, pero
se sobreponía y oraba diciendo: “Padre Dios, te pido me des fuerzas para seguir explorando estas
tierras y poder abrir el camino para los misioneros que vengan después de mí”.
En 1869 descubrió los lagos Moero y Bangweulu y llegó hasta el lago Tanganica que había sido
descubierto por dos ingleses once años antes.
En 1870 descrubrió el río Lualaba y luego de pasar muchas visicitudes logró llegar al poblado de
Ujiji.
Mientras tanto, en Europa y América, pasaron varios años sin que se supiera del paradero del Dr.
Livingstone. La comunidad internacional comenzó a expresar una creciente precupación. Fue
entonces que el periódico norteamericano “The New York Herald” envió al periodista y explorador
Henry Morton Stanley, con el reto y la comisión de “hallar al Dr. Livingstone”.
El 10 de noviembre de 1871, la caravana de Henry Morton Stanley llegó a Ujiji. A su arribo encontró
al Dr. Livingstone muy enfermo y desnutrido. Como casi no podía reconocerlo, lo saludó diciendo:
“El Dr. Livingstone supongo”. Livingstone emocionado se acercó a él con paso vacilante. Stanley le
dijo a sus colaboradores: “Cuiden del Dr. Livingstone, no podemos permitir que muera en nuestras
propias manos”. Los dos hombres iniciaron una gran amistad y en cuanto Livingstone se recuperó,
salieron juntos en algunas exploraciones.
Poco tiempo después Stanley tuvo que volver a Nueva York y pensaba: “Livingstone es un
monumento viviente, pero no creo que soporte mucho tiempo los rigores de esta vida de misionero”.
Livingstone por su lado había disfrutado de la amistad genuina de Stanley. Contar con un amigo y
colaborador era algo que Livingstone no tenía desde la muerte de su esposa.
El Dr. Livingstone murió en Chitambo (hoy Zambia) el 30 de abril de 1873. Sus colaboradores lo
encontraron al día siguiente, de rodillas reclinado sobre un árbol. David Livingstone había
pronunciado su última oración, dejaba al África que tanto amó y se encontraba en la presencia de
Jesús su Salvador.
Como un homenaje y en agradecimiento al amor que Livingstone tenía por África, el pueblo de
Chitambo decidió enterrar su corazón al pie del árbol donde lo hallaron muerto. Su cuerpo y sus
pocas pertenencias (papeles y mapas) fueron enviados primero al puerto de Zanzibar y luego a
Inglaterra. Fue sepultado en la abadía de Westminster en el centro de Londres.
Después de la muerte de Livingstone, su amigo Henry Morton Stanley se ocupó de propiciar y
financiar los viajes de muchos misioneros que trabajaron incesantemente en la tierra que Livinstone
abrió para ellos.
Aparte de su trabajo misionero, sus mapas y sus libros, que cambiaron para siempre la forma en
que el mundo ve al África, Livingstone es considerado uno de los pioneros de la lucha contra el
tráfico y comercio de esclavos.